Delegación del Movimiento Colombiano de Solidaridad con Cuba, viaja al Encuentro Internacional de Solidaridad con Cuba en Valle-grande Bolivia

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Delegación del Movimiento Colombiano de Solidaridad con Cuba, viaja al Encuentro Internacional de Solidaridad con Cuba en Valle-grande Bolivia

Representantes de la Corporación José Martí Pérez, de Colcuba – Vilma Espin, y la Casa Cultural Pedro Romero de Cartagena de Indias, viajarán a Vallegrande Bolivia, al Encuentro Internacional del Solidaridad con Cuba. Llevarán el saludo solidario del Movimiento Colombiano de Solidaridad con Cuba.

Programación del Encuentro.

A 45 años del asesinato del Guerrillero Heroico , su espíritu internacionalista y su ejemplo revolucionario siguen vivos
7 al 9 de octubre de 2012 Villagrande Bolivia
Programa General de actividades
Sábado 6
Recepción de delegaciones
19:00 Apertura de exposición artística en homenaje al Comandante Che Guevara.
Domingo 7
08:00 Encuentro Internacional de Solidaridad con Cuba (Programa Propio)
19:00 Velada Cultural: Trova, Música Latinoamericana.
Lunes 8
10:00 Acto Político de Homenaje al Comandante Che Guevara y los guerrilleros de Ñancahuazu con la presencia del Presidente del Estado Plurinacional Evo Morales y familiares de los guerrilleros.
15:00 Presentación del Documental “El Rescate” y el libro “Pan Comido” que relatan la salida de Bolivia de los sobrevivientes de la Guerrilla de Ñancahuazu
17:00 Conversatorio El Che y la Juventud
19:00 Confraternización de despedida en campamento
Martes 9
Visita a lugares históricos
Lavandería, Mausoleos y visita a la Escuelita de la Higuera y Quebrada del Yuro.
*El programa puede sufrir modificaciones
Informes: Encuentro Internacional de Solidaridad con Cuba encuentrodesolidaridad2012@gmail.com
VALLEGRANDE – BOLIVIA, LA MECA DE LOS PEREGRINOS DEL CHE

Fuente: RCPAL Red de Cultura Popular Andina y Latinoamericana de TAKILLAKTA

9 octubre 2007, 18:01 por Chino Becerra en Cultura, Historia
Revista Escape / Viajes

Ernesto Che Guevara habita en todos los rincones de este poblado. El turista puede seguir acá la ruta de la guerrilla, así como escuchar los testimonios de los que la conocieron.

Texto: Miguel Vargas S. Fotos: Wilson Gallardo

Hace cuántos años que usted no se peina?”, queda intrigada doña Eva Peña, directora del Museo Arqueológico de Vallegrande. “Hace cinco años”, le responde el turista argentino, quien le explica la forma en que nacieron sus rastas. Eva escucha y sigue aprendiendo. Ya ha visto pasar a cientos de visitantes de extraño aspecto, cineastas de todo el mundo y peregrinos de la guerrilla cubana, quienes llevan 39 años reviviendo la muerte de Ernesto Che Guevara en estas tierras, donde sus pobladores se han convertido en celebridades.

Ni bien se llega, la imagen del Che acosa al visitante por doquier: que si en una urna se piden donaciones para el mausoleo, que si el centro de fotocopias ofrece copias de documentos sobre la guerrilla, que si varios carros, a falta de placas, portan stickers con el rostro de Guevara.

Las autoridades de Vallegrande se esfuerzan en promover la cultura de su región. Bismarck Morón, director de la Casa Municipal de Cultura, publicita los platillos de la zona, los paisajes, las danzas y la riqueza arqueológica, y también posibilita la visita al Museo del Che, habilitado desde el 2004 en el segundo piso del edificio municipal. Allí, las fotografías y los paneles ofrecen un primer paso hacia la fatal historia del Che Guevara en Vallegrande.

Conversaciones en la plaza

Un moño gris en la cabeza se pierde ante el brillo rubí de la camisa de Eva Peña, directora también de la Ruta del Che. Sentada en su escritorio, en una vereda de la plaza principal, se ufana en guiar a los visitantes por la historia a través de las inquietantes piezas arqueológicas del museo. Ella es una de las vallegrandinas que vivió la época en que el guerrillero argentino llegó hasta la zona.

“Con relación a la Ruta del Che, mostramos en el museo la parte histórica, artículos relacionados con la guerrilla, así como los pasajes más importantes de la vida del Che y algunos guerrilleros. Tenemos información completa con fotografías”.

Son tres años que trabaja con visitantes de Grecia, Holanda, España, Japón y un largo etcétera. Según ella, la gente no sólo llega por el Che, sino por los atractivos turísticos que tiene Vallegrande. Al preguntarle su opinión sobre el comandante, ella se limita a decir que valora el coraje de este hombre y que entiende que vino por una causa buena. Rehúye el tema hablando de la música vallegrandina —el carnaval, la copla, los pasacalles— y las delicias locales —los cueritos de chancho, las tortillas, el chicharrón, las morcillas y los aviones, hechos con vértebras del chancho—.

Vallegrande fue creado el 23 de enero, pero es el 8 de octubre la fecha que atrae más visitantes, pues se recuerda la muerte del Che Guevara.

Frente al museo —también en la plaza— está la oficina de los guías turísticos, quienes por 20 bolivianos pueden ayudar al visitante a recorrer los lugares que el Che visitó en el pueblo. José Carrasco Peña, estudiante de 25 años, es presidente de la Asociación de Guías de Vallegrande. “Somos un grupo de 15 jóvenes con edades entre los 13 y 25 años”, dice.

Un recorrido urbano cuesta 20 bolivianos, mientras que llevarlos a las afueras, a visitar La Higuera o a la bajada de la quebrada del Churo tiene un costo de 80 bolivianos, incluyendo a otro guía comunitario, a quien subcontratan. “Hacemos rotación y eso nos permite pagar algunos de nuestros gastos habituales”.

Conversar con gente que vivió allí durante la guerrilla seduce al turista. Por ejemplo, cuando la profesora Julia Cortés —quien le llevó café al Che cuando estaba preso— cuenta lo que ella vivió con el comandante, la gente queda fascinada. “Sin embargo, cuando luego les cobra, no les gusta nada”, ríe José Carrasco. “Ella cobra a los extranjeros de 100 a 300 dólares”. En los viajes al interior, por otro lado, cuenta que han organizado caminatas como si se estuvieran realmente en la guerrilla.

La Casa de la Cultura les apoya con el ambiente mientras ellos se ocupan de mantener la lavandería y la fosa de Tania. “Los turistas quieren recorrer la historia de la guerrilla y también conocer el lugar”. A nivel urbano se pasea por la plaza de Vallegrande, con una iglesia que data de 1630 y que ostenta el campanario de piedra más alto de Bolivia, sobre los 60 metros de altura. En lo relacionado al guerrillero está la lavandería, punto de partida de la resurrección del Che. “Lo mataron en cuerpo, pero ahí renace en espíritu, en ideología”. También se visita el aeropuerto, donde se hallaron sus restos y de donde la gente retira tierra creyendo llevarse la esencia del guerrillero.

Además, Carrasco relata que muchas personas del lugar dejan presentes en la fosa y rezan periódicamente al Che. “Hay gente que lo toma por un santo, que le lleva flores. Le tienen fe y quieren que el alma del Che se les aparezca, \‘Ernesto de La Higuera\’ le llaman”.

La viuda del Che

Es cauta al hablar. “No puedo decir que el Che sea un santo. Es un proceso muy largo y eso lo tiene que decir el Papa. Yo creo que el Che es ahora un espíritu con el que puedo conversar y al que a veces puedo hablarle”, explica Lygia Morón Cuéllar, quien tenía 27 años cuando vio el cadáver del Che en la lavandería del hospital de Malta.

En su sala tiene dos retratos contrapuestos. En un lado está el Che Guevara. En el otro, su hermana, ya fallecida. “Cada mañana, al entrar les doy los buenos días y antes de dormir les digo buenas noches”, comenta Lygia, quien no permite que falten flores en el altar dedicado al comandante. “Yo un poco he averiguado quién era el Che. Por el mensaje que difundía, creo que tenía mucha perspectiva acerca del tema del desarrollo. Estaba al tanto de la pobreza que hay en el sur”, opina.

A continuación, Lygia empieza a recordar todos los relatos que sabe del Che, desde la historia de una vecina suya que se vio favorecida por un milagro, al permitirle llegar sin problemas a ver a sus hijos hospitalizados, hasta los relatos de las mujeres que vivían en La Higuera, conocieron a los guerrilleros y les colaboraron con comida y asilo.

Lygia está jubilada de la Cooperativa San Mateo y es parte de la Fundación Ernesto Che Guevara, lo que le ha permitido conocer a varias personalidades, como al vicepresidente Álvaro García Linera. Además, sale prácticamente en todos los documentales que se han hecho sobre el tema. Quizá influya la forma en que ella describe la escena que vivió. “Cuando lo vi, me quedé impresionada con sus ojos abiertos, parecía que te miraban. Estaba desnudo. Yo lo tapé para que no lo vieran las jovencitas. \‘No se conforman con haberlo humillado de vivo, ahora lo hacen de muerto\’, les dije a los militares cuando me retaron. Y se me quedó la imagen de verlo con los ojos abiertos, parecía vivo”. Esa mirada iluminó los pasos de Lygia, quien nunca está sola. Si no está rodeada de visitantes, tiene la compañía de los retratos de su hermana y el Che.

El fotógrafo que perdió la luz

La ferretería Vallegrande no sólo vende tuercas y enchufes. En uno de los estantes están las fotografías del Che Guevara muerto. Las tomó René Cadima (87 años), el padre de la propietaria del local.

Cada día, René sale a pasear en su silla de ruedas, pues fue amputado a causa de la diabetes. Escucha muy poco y ve aún menos, pero cuando se trata de hablar de su experiencia con el Che, se le ilumina la mente y empieza el relato.

“Cuando lo trajeron a la lavandería saqué mi camarita. Allí tomé una foto cuando estaba desnudo, pero uno de los soldados me gritó \‘¿Quién fue?\’ Y yo, antes de que me dijeran nada, les dije que era yo, y destruí el negativo”. Recién en la tarde tuvo la oportunidad de ingresar con mayor libertad hasta la lavandería y pararse en ella. Desde lo alto, tomó la célebre fotografía del rostro del Che muerto, que circuló por el mundo. Por eso, René aún sigue recibiendo visitas y reconocimientos.

Viaje a La Higuera

Tres horas de polvareda permiten llegar a La Higuera desde Vallegrande, donde una abandonada plaza con un gran busto del Che, monumentos y pinturas muestran claramente que se trata del epicentro de los peregrinos del Che.

En la zona no se llega a la veintena de familias, mientras en la época que llegó el Che eran más de 100. Viviendo sólo con su perrito Tigre, Manuel Cortés tiene 62 años. Aunque él siempre se acuerda de sus 22, cuando conversó y bebió con el Che. “Las radios hablaban de que estos señores robaban los chanchos y gallinas. Eso es mentira, ellos nos los compraban”.

La primera vez que pisó La Higuera se apareció junto a sus hombres durante una fiesta y compartió con toda la población su comida.

“Utilizaban largavistas y llegaban de a dos. Manuel recuerda que los guerrilleros fueron casa por casa en busca de provisiones. Él les dio huevos y le pagaron en dólares. “Como no conocía esos billetes verdes, pensé que no servían y los devolví”.

También estuvo presente en el combate en Abra el Batán, escuchando el conflicto. “Ratatatat, sonaba. Yo tuve miedo, pero luego no. En Villamontes denunciaron que se habían robado las papas y así llegaron los soldados. Nos obligaron a ayudar, a traer las mulas”.

Asimismo, les dieron la instrucción de no ayudar a los cubanos. Y, en ésas, Cortés pudo ver al Che cuando llegó, ya prisionero, abrazado de un soldado y un civil, herido y cojeando. “A la escuelita no nos dejaron entrar. Ellos sacaron bastantes fotografías y al otro día, por la tarde, lo mataron. Escuché unos disparos y luego otros. \‘Lo mataron a tu tío Che Guevara\’, gritaban. Todos quedaron alegres. Cuando yo llegué, estaba tirado en medio de la casa. Le corría mucha sangre por el pecho”.

En la escuela donde se mató al Che ahora hay un museo comunal. Allí se cobra cinco bolivianos por entrar y se venden carteras que dicen \‘¡El Che vive!\’. La responsable es Ana Arteaga, que junto a otras 25 personas atiende el local. “Mejor hubiera quedado vivo. De haber ganado, hubiera sido el presidente de Bolivia”, opina la mujer, que vive del cultivo de maíz, papa, ají, maní y trigo. Y mientras está en el museo, se contenta con estampar el sello con el rostro del Che en los cuadernos de cada visitante.

De regreso a Vallegrande, sólo resta acudir a las tumbas donde se hallaron los cuerpos que fueron repatriados a Cuba. El taxi de Carlos Vega Carvalho hace el último recorrido. En primer lugar está la lavandería del hospital Señor de Malta, donde el olor a flores es abrumador. Luego, se pasa al Mausoleo del Che y las fosas donde están las placas de 12 guerrilleros. La soledad de la tarde es sobrecogedora. Carlos mira las tumbas y sólo puede decir: “El Che está vivo y punto”. Y allí no encuentra a quien pueda contradecirlo.

LA HIGUERA

La zona debe su denominación a la abundante existencia, en épocas pasadas, del árbol del mismo nombre, cuyo fruto es el higo. La Higuera se encuentra a una altura de 2.160 metros sobre el nivel del mar, en la latitud 18º 46\’ 59´ S y longitud 64º 13\’ 00´. Esta pequeña localidad está ubicada al sur de la provincia Vallegrande en el departamento de Santa Cruz, Bolivia. Los 63 km que separan a La Higuera del pueblo de Vallegrande se pueden recorrer en tres horas en vehículo propio o alquilando un taxi a 200 bolivianos. El pueblo, de unos 100 habitantes, tiene servicio de alojamientos así como un museo y guías para hacer el recorrido de la región.

Provincia

La provincia Vallegrande, junto al departamento de Santa Cruz, nació por decreto el 23 de enero de 1826. Tiene 6.414 km cuadrados de superficie y una población de 26.808 habitantes. Los pobladores se dedican a la agricultura, la ganadería y a la recolección de madera. Se divide en cinco secciones municipales y 30 cantones. Entre su clima valluno destacan también la tradición de su panadería, la sangría, los chicharrones, la huminta y la artesanía con hoja de chala.

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